“La ignorancia y el oscurantismo en todos los tiempos no han producido más que rebaños de esclavos para la tiranía.” Emiliano Zapata
Muchos mexicanos, aun en la actualidad, deberíamos preguntarnos por qué razón, en la Edad Media, la lectura y la escritura eran un privilegio de quienes estaban en el poder, es decir, de sacerdotes y señores feudales. Y no sólo eso, sino incluso, por qué se prohibían los libros, se quemaban y se consideraban herejes a quienes los poseían. Se recordará el Índice de libros prohibidos de la Inquisición (en latín, desde 1612, Index Librorum Prohibitorum et Derogatorum), que fue la relación de libros establecida por la Inquisición española cuya difusión y lectura estaba prohibida en los territorios de la Monarquía Hispánica. La primera edición data de 1551, la última se llevó a cabo en 1948 y quedó abolida por el papa Pablo VI en 1966. A lo largo de 412 años, cientos de autores pasaron por esta lista. Es recomendable leer “El nombre de la rosa” de Umberto Eco, donde expone dicha práctica.
En esa lista, que contemplaba más de 6 mil libros, estuvieron René Descartes, Thomas Hobbes, Denis Diderot, Alexandre Dumas y David Hume; también tuvo ese “privilegio” la obra completa de Erasmo de Róterdam; asimismo, los científicos Galileo Galilei, Copérnico y Kepler engrosaron la lista. Y, obras como Madame Bovary de Flaubert, El Lazarillo de Tormes y el Cancionero general también formaron parte de este Índice, y no se salvaron algunos libros contemporáneos que se debían leer bajo permiso de confesión, como El llano en llamas y Pedro Páramo de Juan Rulfo.
Tratando de responder por qué la lectura y la escritura eran (y siguen siendo en la actualidad) un privilegio en el Medievo, diré en primer lugar que el conocimiento es poder, pues quien tiene el conocimiento tiene el control de la sociedad en general y del ser humano, en particular. Porque leer, estudiar, es apoderarse del conocimiento para poder transformar nuestra realidad, es conocer la causa de los fenómenos, es blindarse ante la manipulación; porque leer, conocer, se vuelve subversivo para quienes ostentan el poder económico y político del planeta; porque cambia nuestra manera de pensar y de ver el mundo, porque nos vuelve rebeldes ante el status quo y, como suele decirse en nuestros días, nos convierte en “aspiracionistas”.
Si el estudio y el conocimiento son el camino para descubrir lo desconocido, para alumbrar el camino en la oscuridad (quien lee es como quien bucea en el fondo del mar para encontrar un tesoro); entonces, por qué tantos mexicanos, pudiendo hacerlo, nos negamos a leer, si leer es ser libre de pensamiento, sobre todo si leemos lo correcto.
La pandemia del Covid-19 trajo no solamente todos los males que ya conocemos, sino también un pequeño beneficio: de acuerdo con cifras oficiales, durante la pandemia aumentó, aunque sea poco, la cantidad de mexicanos que leyeron un libro o más: “… Durante el 2022 el promedio de libros leídos alcanzó 3.9 al año, el nivel más alto desde el 2016, de acuerdo con cifras del Molec 2022 (Módulo sobre Lectura) del Inegi”. Fue en los años 2021 y 2022 donde se reportó un ascenso en el hábito de la lectura de libros, con promedios de 3.7 y 3.9 títulos, respectivamente. Todo esto sugiere que los periodos de confinamiento durante la pandemia impulsaron el interés por los libros y tiempo para leer, mientras que este buen hábito resultó nuevamente sacrificado por el regreso a las actividades presenciales. De esta manera, el promedio de libros leídos en los últimos 12 meses se equipara al promedio del reporte correspondiente al 2020 (de 3.4 libros), es decir, antes de la pandemia. Después de la pandemia, el hábito de la lectura se ha vuelto a contraer. “Entre 2016 y 2023, el porcentaje de la población alfabeta lectora en el país ha decrecido 12.3% (pasó de 80.8% a 68.5% de este sector), pero durante el último año este descenso ha sido el más pronunciado del último lustro”.
No desconozco que el hábito de la lectura no es una de las actividades fuertes entre los mexicanos y, tampoco, que un porcentaje de quienes no leen se debe a los altos niveles de pobreza y marginación que provoca bajo grado de escolaridad, además, de que leer puede ser caro, inaccesible o imposible para una gran parte de la población: “En las familias ricas se lee mucho más que en las pobres porque estas últimas destinan casi el total de sus ingresos sólo a las necesidades básicas”.
La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), un grupo de países de ingreso alto y medio alto al que México pertenece, encontró una relación directa entre el hábito de lectura y los resultados en las evaluaciones PISA: “los estudiantes que más leen por placer obtienen mejores notas. Pero los estudiantes con desventajas socioeconómicas tienden a desarrollar con menor fuerza el gusto por la lectura, lo que los coloca en una posición de vulnerabilidad educativa. Universalizar el acceso a la educación y hacerlo efectivo es una de las grandes tareas”.
En resumen, no leer regularmente puede tener consecuencias negativas en varios aspectos importantes, como la habilidad de comprensión y lectura, el léxico, la capacidad de concentración, el conocimiento general y la habilidad de escritura. Por eso, es importante hacer tiempo para leer con regularidad y aprovechar los muchos beneficios y conocimientos que se pueden adquirir a través de la lectura. Y la consecuencia mayor de no leer, es volvernos víctimas de intereses oscuros, de la manipulación política y, como dice el comercial de alguna librería: “no leer puede hacer que votes por López Obrador y Morena”.
Editor general, reportero