Por: Guadalupe Orona Urías
“Desde antes de rayar el alba, ya está Epifania en pie, colocando cuidadosamente, en un gran cesto, coles, lechugas, tomates, chile verde, cebollas, que recoge de su pequeño huerto, y, con la carga a cuestas, llega al mercado de la ciudad a realizar su humilde mercancía, con cuyo producto podrá comprar la medicina que necesita el viejo padre y el pan de que tienen necesidad sus pequeños hermanos.
Antes de que Epifania venda dos manojos de cebollas, se presenta el recaudador de las contribuciones exigiendo el pago en nombre del Gobierno, que necesita dinero para pagar ministros, diputados, senadores, jueces, gendarmes y carceleros. Epifania no puede hacer el pago y su humilde mercancía es embargada por el Gobierno, sin que el llanto ni las razones de la pobre mujer logren ablandar el corazón del funcionario público.
¿Podría decir Epifania que la Autoridad es buena para los pobres? ¿Para qué sirve, pues, la Autoridad?
Para hacer respetar la ley que, escrita por los ricos o por hombres instruidos, que están al servicio de los ricos, tiene por objeto garantizarles la tranquila posesión de las riquezas y la explotación del trabajo del hombre.
En otras palabras: la Autoridad es el gendarme del Capital, y este gendarme no está pagado por el Capital, sino por los pobres. Ricardo Flores Magón” ( Regeneración, del número 222, fechado el 22 de enero de 1916).
Son estas palabras de Ricardo Flores Magón, precursor de la Constitución de 1917, pues, aunque no estuvo de acuerdo en cómo quedó instituida, lo cierto es que su contenido reflejó, en alguna medida, el programa del Partido Liberal de 1906, liderado por Flores Magón; pero al final, como lo dijo el propio Ricardo Flores Magón, cuando se promulgó la Constitución de 1917: “La Constitución no fue escrita para emancipar a la clase trabajadora, sino para garantizar a la burguesía el disfrute pacífico de sus rapiñas, y dar a la autoridad el prestigio y la fuerza moral que tanto necesita para ser obedecida y temida”.
De esta suerte, con todas esas reservas de los grupos liberales y protagonistas de la Revolución Mexicana, la Constitución Mexicana de 1917 fue promulgada el 5 de febrero del mismo año, y quedaron establecidas garantías sociales, banderas de la Revolución Mexicana, marcando así su término y la erección de un nuevo régimen social encabezado por la naciente burguesía urbana.
Como se sabe, el Congreso Constituyente fue una asamblea de políticos compuesta fundamentalmente por abogados, ingenieros, militares, etc., haciendo mayoría los “renovadores”, seguidores de Venustiano Carranza; las regiones con influencia villista, zapatista, etc., es decir, los que habían puesto el pecho en la Revolución Mexicana, casi no estuvieron representadas, pero aún así, se logró una nueva Constitución, producto de la revolución, donde se establecieron derechos y garantías constitucionales para todos los mexicanos, legitimando la protección de los sectores más vulnerables, la defensa de los derechos de los trabajadores y del territorio nacional, así como la libertad de expresión y los derechos de organización, petición y manifestación pública. Ciertamente, nuestra Carta Magna ha sufrido numerosas modificaciones, pero la esencia de su carácter revolucionario es una herencia que permanece viva y que hoy molesta a los gobernantes de la “izquierda” morenista.
Ahora, en los hechos, se rechaza la Constitución promulgada en 1917, a pesar de que, como dijo en su momento Ricardo Flores Magón, es garante de los intereses de su clase, de la burguesía, “y [de] dar a la autoridad el prestigio y la fuerza moral que tanto necesita para ser obedecida y temida”. Se niega el derecho de organización, y, se ofende, calumnia y persigue a quienes nos atrevemos a agruparnos para defender nuestros derechos; asimismo se han conculcado, por la vía de los hechos, en algunos casos, y en otros, por la connivencia “legal” de los diputados y senadores de Morena, PVEM, PT y otros, el derecho a la salud, a la educación de calidad, a la seguridad, al empleo bien remunerado, a la vivienda, e incluso, al agua potable, etc. Igualmente, se niega a los ciudadanos hasta el derecho de petición; mañana quizás nos nieguen el derecho de voltear a ver los palacios en los que residen los actuales gobernantes. La autoridad debe servir para atender, proteger y garantizar el bienestar social de todos, no solamente de los dueños del capital; pero así como ha actuado y lo hace hoy con mayor agresividad, podemos decir que Epifania no puede responder que la autoridad es buena para los pobres.
En fin, la Constitución de 1917 se está volviendo un estorbo para los actuales gobernantes de la 4T; no quieren leyes ni instituciones que respetar y a las cuales verse sujetos; desean fervorosamente, el poder absoluto, que de lograrlo nos podrá, peligrosamente, en los albores de una dictadura. Por lo pronto, los antorchistas del país, seguiremos defendiendo nuestra Carta Magna, que es la que nos ampara, y exigiendo su cabal aplicación en lo concerniente a los derechos humanos de todos los mexicanos; seguiremos exigiendo, en el país entero, atención y solución a las demandas de los miles de comunidades y colonias populares que, por décadas, han sido olvidadas, así como de todos los sectores maltratados por este régimen social injusto.
Editor general, reportero